Tribuna de la incansable Verónica Casado, Presidenta de la Comisión Nacional de la Especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, hace unos días, en Diario Médico. En ella, analiza la situación del sistema MIR, sus carencias, paradojas, errores y aciertos. Y lanza al aire muchas cuestiones, muchas preguntas, que nadie sabe ni quiere responder.
Como tarea para el fin de semana, por favor, leed la tribuna y si lo consideráis oportuno, comentadlo y compartid lo que el texto os suscita. El debate sobre estas cosas es necesario. Las cosas de las que Verónica habla también son docencia...
Saludos,
vuestro técnico
SE DEBE FORMAR MIRANDO AL BIEN DE TODA LA SOCIEDAD
La crisis de la planificación
El debate sobre la recirculación de los residentes de Medicina de Familia es importante, pero menor en un contexto sanitario con más lagunas. Mientras todo el mundo defiende la necesidad de impulsar la primaria, ni la financiación ni los planes de estudio responden a esta demanda social.
Verónica Casado Presidente de la Comisión Nacional de Medicina Familiar y Comunitaria - Viernes, 22 de Enero de 2010
En los últimos días se está produciendo un debate en Diariomedico.com altamente interesante, y sobre todo necesario, en relación con las renuncias en el MIR. El debate parece ofrecer discrepancias, aunque en el fondo no hay tantas porque hay un hilo conductor que une todas las opiniones. Estamos en una situación de crisis en la planificación de especialistas en nuestro país sobre la que es preciso reflexionar y actuar. No se pretende minimizar las renuncias de Medicina de Familia ni de ninguna otra especialidad, porque son uno de los grandes signos de alarma de que algo no funciona. Sin embargo, consideramos que el debate hay que contextualizarlo en un análisis más extenso y profundo: la planificación de necesidades de especialistas. No estamos en un sistema de mercado libre, sino que, desde hace años y tras largos debates políticos, este país se dotó de un Sistema Nacional de Salud que por definición debe tratarse de un sistema de alto perfil de planificación.
Y sin embargo, últimamente, nos enfrentamos con datos que deben hacernos pensar. En 2008 se licenciaron en nuestras facultades 3.841 médicos; en la convocatoria 2008-2009 del examen MIR se ofertaron 6.729 plazas, quedando vacantes 91, de las que 51 fueron de Familia. La última plaza se obtuvo con el número 9.428. ¿Cómo se cubren esas casi 3.000 plazas de diferencia entre licenciados y oferta MIR? ¿Son insuficientes las plazas de las facultades? ¿Está sobredimensionada la oferta MIR? ¿Tienen empleo en España nuestros especialistas?
Quiero hacer varias consideraciones ante estas preguntas. La cobertura de las plazas MIR tiene varios orígenes: los recién licenciados, los especialistas en formación que renuncian, los especialistas que tienen una especialidad y optan a una segunda o a una tercera especialidad, y los médicos de otros países (comunitarios y extracomunitarios). Aunque estas fuentes se van incrementando, lo cierto es que el riesgo de vacantes está ahí. Es difícil saber quién tiene más razón, si las facultades con el número de médicos que forman o el Ministerio de Sanidad y las comunidades al fijar las plazas de posgrado, pero parece evidente que, si divergen tanto ambas, pueden quedar puestos desiertos y, matemáticamente, la que más plazas ofrece es la que corre el riesgo de tener más vacantes. Si además es una especialidad en precario, el problema se agrava. Es evidente que esto sucede porque esta fuerza de trabajo profesional durante el MIR, aunque no sea absorbida posteriormente por el mercado laboral, aporta su trabajo al sistema durante 4-5 años. ¿Pero esto es lo mejor para la organización, para los profesionales, para la inversión en formación?
Salvo un 20 por ciento de especialidades bien dimensionadas tanto en oferta como en mercado laboral y bien cuidadas en el grado, el resto tenemos dificultades. En el caso de Medicina de Familia, sus fortalezas son contar con un buen programa de especialidad, con profesionales cada vez más cualificados y con alto nivel de resolución, lo que ha permitido asumir el incremento de presión asistencial que ha soportado el primer nivel, no sólo por razones socio-demográficas (el envejecimiento, la dependencia, la inmigración, etc.), sino también por el traslado de servicios tradicionalmente asumidos en el segundo nivel y la asunción de nuevas competencias que nos ha permitido trabajar en otros entornos diferentes a la atención primaria con alto nivel de resolución. Sin embargo, la especialidad cuenta con amenazas importantes. La primera es que las facultades han tenido una escasa orientación a la Medicina de Familia y difícilmente se crean vocaciones cuando se desconocen contenidos y métodos propios que desde el hospital o la superespecialización no se tienen. El Espacio Europeo de Educación Superior pide una orientación a los perfiles más demandados por la sociedad y evitar los contenidos superespecializados. En nuestro país ya hay facultades que están respondiendo a esta responsabilidad social y sanitaria y están incorporando interesantes cambios en los que no sólo identifican la atención primaria como un excelente ámbito de prácticas para una formación polivalente, sino que la Medicina Familiar y Comunitaria cuenta con una asignatura obligatoria y colabora, por su transversalidad, impartiendo algunos contenidos de elevada prevalencia y trascendencia en la comunidad. La otra amenaza importante es que si los médicos de familia debemos representar el 50 por ciento de las plantillas de médicos, la oferta MIR debería ir en este sentido, a pesar de que en la última convocatoria representaba sólo el 27 por ciento.
Paradojas e interrogantes
A todo este panorama, para empeorarlo, se unen las renuncias, la recirculación y la re-especialización. En general, un porcentaje de los que acaban Familia y vuelven a hacer el MIR no lo hacen porque no les guste su especialidad o tengan un gran afán de superación, que también los hay, sino por motivos laborales difíciles. Y esto es grave ¿Por qué decimos que no hay médicos de familia y sin embargo hay en algunas regiones profesionales que acabaron hace más de diez años su especialidad y están en empleo precario? ¿Por qué la Agencia Nacional de Evaluación, Calidad y Acreditación (Aneca) ha verificado planes de estudio que no incluyen asignaturas de Familia? ¿Por qué no se amplía la capacidad docente a la mayor parte de centros de salud dotándoles de recursos humanos y materiales necesarios para formar especialistas? ¿Por qué si se convocan cien plazas para una oposición se presentan miles de candidatos? ¿Por qué no se hace una apuesta financiera real por la primaria? ¿Por qué las organizaciones tanto de hospitales como del primer nivel siguen, salvo en alguna autonomía, anclados en modelos obsoletos de organización y de relación?
La cuestión no es buscar culpables, sino soluciones, y éstas implican planificar a tres niveles: grado, formación especializada y mercado laboral, de forma coordinada y competente. Por mucho que hayamos conseguido entre todos una gran especialidad, si no se orientan las vocaciones hacia los perfiles más demandados, si no se planifica el MIR hacia las necesidades y si el empleo no es digno, agotaremos un sistema bueno, muy bueno. Las actuales propuestas de reforma de formación especializada son sólo herramientas que funcionarán si están en un contexto de respuesta planificada global a las necesidades de nuestra sociedad.
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